Mano a mano con Noe Odiotti, abuela, maragata, nómade, cocinera y facilitadora de biodanza


“Las mujeres estamos cada día más empoderadas, más luminosas, con más ganas de hacer cosas”

Noe Odiotti se considera nómade porque su trabajo la invita a moverse de un lado hacia el otro. La cocina itinerante fue su modo de vida y sustento económico para la carrera que hoy la define: facilitadora de biodanza. Explica de qué se trata y cuenta que dos miércoles al mes dicta clases en la librería Ganesha, de la ciudad de Canelones.

En esta entrega de la serie Historias de Mujeres que lleva adelante HOY CANELONES desde marzo con motivo del Mes de la Mujer, conocemos la historia de vida de Noemí Odiotti. Para todos, Noe. Nació en 1963, se crió y vivió en la ciudad de San José de Mayo, pero hace veintidós años que no reside en el departamento maragato porque su actividad la lleva a instalarse en varios lugares de acuerdo a las necesidades que tenga. En San José actualmente viven sus dos hijas y sus tres nietos.
Trabaja desde los 14 años. La pasión por la cocina siempre estuvo latente pero Odiotti fue por un paso más: implementó la cocina itinerante. Las personas particulares o instituciones la contratan, va hasta el domicilio y elabora la comida. Con este trabajo cubrió los gastos de la carrera de cuatro años que la habilita como facilitadora (profesora) de biodanza. En esta nota explica de qué se trata esta actividad y convoca a los canarios a tomar sus clases dos miércoles al mes en la librería Ganesha, a las 19 hrs.

Sus comienzos
“Mi niñez y adolescencia las pasé en San José. También me casé, parí y me divorcié. Después me empecé a mover por el mundo. Soy soltera y libre como el viento”, manifiesta Odiotti. Con respecto a sus trabajos, la entrevistada relató que “empecé a trabajar a los 14 años llevando quinielas. A los 17 años me contrataron de la Previsora de San José para vender servicios fúnebres. Fui convocada por una banda maragata y fui vocalista de los 15 hasta los 21 años”. Agregó que “cuando me casé a los 22 años, si bien dejé de trabajar la cocina era mi espacio, mi lugar. A veces cocinaba para mis amigos y ahí empecé a ver que la cocina podía ser como un medio para ir gestándome como cocinera profesional”.
Relató que tuvo un comercio de comida naturista en Montevideo (2004), instalando así el primer comercio de comida y de productos orgánicos. “Adecuamos el menú a los proveedores que teníamos en aquel momento. Se estaba gestando la cocina orgánica, que hoy es un boom”, explicó.
Odiotti se dedicó a la cocina itinerante y contó que “yo voy a la casa de una persona y con lo que tiene en la heladera, sí confía en mí, le dejo comida para una semana, quince días o un mes, depende. Es itinerante porque yo me muevo”. Cuando fue consultada sobre qué significado tiene para ella la cocina, manifestó que “es una pasión, es un arte, es alquimia, es darle vida a la materia prima”.

Biodanza
En pocas palabras, una clienta del local de comida orgánica, luego de una conversación entre ellas sobre la identidad del comercio, la mujer le dijo ‘Vos no tenés identidad’ y le aconsejó que hiciera biodanza. Le dejó una tarjeta con un teléfono, Odiotti llamó y ese mismo día comenzó en el movimiento de danza. Esto fue en el año 2005.
La biodanza es un sistema creado por el docente, antropólogo, psicólogo y poeta chileno Rolando Toro Araneda. En los años sesenta comenzó a probar música en los hospitales psiquiátricos con los pacientes, descubriendo que la música les producía buen humor, interactuaban con otros compañeros, algunos pacientes tenían menos ingesta de psicofármacos y empezó a probar la técnica en personas que no presentaban ninguna patología. Odiotti explicó que “el título dice profesor, pero nos gusta que nos digan facilitadores porque no enseñamos nada”. Añadió que “trabajamos sobre la parte saludable del individuo. Se activa el potencial genético que ya viene con la persona”. La definición de biodanza que hizo Toro y que expresó la facilitadora de biodanza, es que se trata de “un sistema de renovación orgánica y de reaprendizaje de las funciones originarias de vida”. Odiotti manifestó que todas las personas nacen con potenciales genéticos y, en el transcurso de la vida, en los mandatos culturales, aparecen las problemáticas que pueden vivir. “Estas cosas que nos pasan nos van como adormeciendo y se arma como un quiebre en el ser humano, entre el pienso, el siento, el deseo y la acción. Hay como una distorsión: pensamos una cosa, hacemos otra”, dice. Además contó que “en una aula de biodanza, primero te empiezas a conectar de vuelta contigo, pero a su vez te conectas con otro porque los grupos de biodanza funcionan porque hay un grupo de personas que van a danzar. Lo que hacemos es danzar la vida. La biodanza es la danza de la vida”.
En la ciudad de Canelones Odiotti dicta clases de biodanza dos miércoles al mes en la librería Ganesha, de 19 a 21 hrs. Un sábado al mes realiza un taller de profundización abierto a todo público. El costo de la cuota mensual es de $1.800, pero aclaró que “el dinero es energía y es negociable, porque si alguien me dice que siente que la biodanza le aporta algo podemos hacer acuerdos”.

Mujeres
La entrevistada destacó que “en biodanza somos mayoría las mujeres, somos protagonistas. La particularidad es que hay cinco escuelas pero solo una de ellas está dirigida por una mujer”. Sobre su visión frente al rol de la mujer dijo que “tenemos que estar permanentemente atentas a poder ocupar los espacios que nos pertenecen por derecho”. Contó que la Comisión Directiva de la Asociación Biocéntrica de Biodanza del Uruguay (ABBU), de la cual Odiotti es vocal, está integrada por mujeres con suplentes hombres, es algo que “habitualmente no sucede”.

Mensaje
“Las mujeres debemos seguir caminando por este camino que estamos trazando todas. Estamos en el lugar que debemos estar y estamos cada día más empoderadas, más luminosas, con más ganas de hacer cosas y esto es bien importante”, sostuvo la entrevistada como mensaje final.

Jennifer Cassarino

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